Denuncian envenenamiento de perros en Saldungaray

Carta de lectores:

Nadie - ¿nadie?- sabe con certeza quién o quiénes fueron, pero la cuestión es que hace tiempo vienen matando cantidad de perros en Saldungaray, el tranquilo pueblito en que vive mi familia, y al que, se cree, no llegan las malas influencias de la ciudad.
Digamos que a 700km de la capital de la provincia se suponen libres del estigma perverso que cargamos los que elegimos vivir en medio del caos, pero no es así.

El método: estricnina, un potente veneno que entre otros grandes virtudes liquida al animal -o a un chiquito- en un plazo de entre 10 a 30 minutos, provocando convulsiones, vómitos y parálisis muscular, entre ellos los músculos del tórax por lo que el remate final suele ser muerte por asfixia (estando conciente hasta último momento).

En fin, sólo bastan de 15 a 30mg. para que sea letal. Esta vez le tocó a la perra de una de mis hermanas que, obviamente, está muy triste. Hace rato viene pasando, no puede ser que nadie sepa quién es el desalmado que está matando a los perros.

Alguien tiene que haberlo visto o tiene que haber oído algo: "pueblo chico, infierno grande" dicen, entonces que sirva de algo el conventillo habitual; todos se conocen con todos, alguien debe saberlo. Además, este tipo de personajes suele festejarse con lo cual se amplían las posibilidades de descubrirlo; con un poco de astucia podrían aprovechar esa debilidad egocentrista del perverso para sacar información.

Va una estrofa del "Himno a Saldungaray" que cantan con tanto orgullo: "La identidad de su gente es su propia identidad, humilde, noble, valiente, es de manos estrechar". Apelen a la nobleza y la valentía que promulgan al entonarlo y no se queden mirando, denúncienlo! No quiero ofender a nadie con mis palabras, pero cada vez que voy para allá veo una desidia general ante ciertas cosas que NO deberían pasar; se quejan pero lo terminan aceptando.

Hijos de puta hay en todos lados, pero alguien les tiene que hacer frente. Ojalá entre todos destinen un poquito de energía a cambiar este aspecto de Saldungaray que está lejos de ser motivo de orgullo

Ana Torrent
Saldungaray