Hotel Provincial Sierra de la Ventana

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21 abril 2015

A noventa años del viaje de Gato y Mancha

En el mes de su 90° Aniversario, brindamos un pequeño homenaje a dos Caballos Criollos que realizaron una travesía tan épica como real, “Gato y Mancha”.

“Habían llegado a “El Cardal” en Ayacucho, allá por el mes de Marzo, tras un arreo exitoso desde Colonia Sarmiento en Chubut, con una tropa de vacunos. Nadie recordó el nombre de los reseros ni registró con precisión el origen de los pingos.
Pero allí estaban, tan anónimos como sus nombres que apenas recordaban algún aspecto distintivo tan trillado como sus pelajes “Mancha” y “Gato” jamás imaginaron que serían protagonistas de la hazaña hípica más espectacular que registra la historia, una hazaña imposible de ser superada si pensamos en la época y las condiciones en que fue realizada. Recorrer 4.300 leguas (21.500 kms) en 504 etapas con 8,5 leguas por día (42,6 kms) llegando a los 5.900 metros sobre el nivel del mar en Bolivia, de exigencias extremas y cambiantes que podamos imaginar”.
Así comienza el historiador de la Raza Criolla, Carlos R. Dowdall, el relato sobre esta fascinante travesía a lo largo de todo el continente americano. Una historia de superación, de templanza y, sobre todo, confianza. Porque nada hubiera sido posible sin la amistad que se forjó entre el “suizo medio loco” y sus caballos.
El viaje de Gato y Mancha, desde Argentina hasta Estados Unidos, comenzó en abril de 1925, cuando el profesor de origen suizo Aimé Félix Tschiffely salió del predio ferial de la Sociedad Rural Argentina en la ciudad de Buenos Aires acompañado de dos caballos.

Los criollos se los había obsequiado el doctor Emilio Solanet, quien por aquel entonces, era criador y fundador de la raza criolla y uno de los cofundadores de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos en Argentina. Solanet era propietario de la estancia “El Cardal” en las inmediaciones de Ayacucho, en la provincia de Buenos Aires, y ante el proyecto de viaje por América de su amigo pensó en dos caballos que había adquirido a un jefe indio, el cacique tehuelche Liempichún, en la provincia de Chubut.
Tres años duró la travesía en la que tuvieron que atravesar climas y terrenos de los más diversos y extremos. Paisajes desolados, desiertos, selvas, playas y sierras rocosas, ríos de correntadas bravísimas y jornadas largas de 50 grados de temperatura, entre miles de pruebas más. Inimaginable. En 1928 llegaron a New York cumpliendo su camino.
La de estos dos caballitos criollos y su jinete es una historia de todos, que trasciende edades y países. Un cuento que nos contaron de niños. La hazaña en la que la rusticidad y la resistencia del Caballo Criollo, que ponderan sus criadores, se hacen realidad. Y una historia de entrega, de lucha por un objetivo, de templanza, y por sobre todo de confianza mutua.
“Mancha y Gato ganaron un lugar en el corazón de cada uno de nosotros y aquellos anónimos y sufridos caballos de trabajo, accedieron con creces a un apellido de abolengo. Fueron para la historia “Mancha y Gato Cardal” que a los 18 años de edad coronaban la admirada epopeya”.
- Hoy se puede visitar a Gato y Mancha en el Complejo Museográfico Enrique Udaondo, localizado en la ciudad de Luján, provincia de Buenos Aires, donde se encuentran conservados. Fueron restaurados por el Sr. Domingo Tellechea, y gracias a la colaboración de socios de la ACCC.


Fuentes: Dowdall, Carlos R. “Criollo, el Caballo del País”, Vazquez Mazzini Editores, 2003, Capítulo XVI Mancha y Gato

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