En tiempos de Virreinatos, se construyó el Teatro de la Ranchería, en la esquina de Perú y Alsina. Lugar en el cual se podía disfrutar de dramas, comedias, tonadillas (como era común en la España natal), baile de boleras y seguidilla. En 1789, se estrenó, la primera versión de “Siripo” de Manuel José de Labardén. El Teatro de la Ranchería, o Casa de Comedias, fue destruido por un incendio en agosto de 1792. Hasta la construcción del Teatro Coliseo en 1804, Buenos Aires permaneció sin teatro, pero la actividad se realizaba en cualquier lugar adecuado y accesible a la concurrencia. Las primeras muestras de teatro lírico comenzaron a principios del siglo XIX. Después de la Revolución de Mayo, se inició una intensa actividad musical. Antonio Picassarri – pianista, cantante y director de orquesta – introdujo el canto operístico y sobre la década del ’20 llegaron los primeros artistas europeos. Recién en 1825, se formó la primera compañía lírica y pudo ofrecerse en Buenos Aires una ópera completa, “IL Barbieri di Siviglia”.
Los problemas políticos del gobierno de Rosas alejaron a los artistas, pero, a partir de 1848, la actividad cobró nuevo impulso. Las representaciones se realizaban en el Teatro de la Victoria, en el Teatro Argentino y en el modesto Teatro Coliseo. Las temporadas incluían títulos de Verdi, Bellini, Donizetti, de acuerdo con la moda imperante en Europa.
Todos estos antecedentes generaron que el 27 de abril de 1857, se inaugurará el primer Teatro Colón. El mismo estaba ubicado frente a la Plaza de Mayo, en la esquina conformada por las calles Rivadavia, Reconquista, Bartolomé Mitre y 25 de Mayo. (Cabe destacar que los planos fueron confeccionados por el Ing. Carlos E. Pellegrini – padre del quién posteriormente se convertiría en el Presidente de la República.
En la construcción del primitivo Colón se utilizaron, por primera vez en el país, tirantes y armazones de hierro. La multitud de candelabros y la araña central de 450 luces eran alimentadas a gas. El escenario, el más amplio que se construyera hasta esa fecha, estaba dotado de todos los elementos necesarios para las grandes puestas escenográficas. Sin nada que envidiar a los teatros europeos.
Luego de treinta años el antiguo Teatro Colón debió cerrar sus puertas para transformarse en lo que hoy se conoce como la sede del Banco de la Nación Argentina. El mismo tuve el privilegio de presentar grandes representantes de la época artística que incluía estrenos de óperas alemanas que eran cantadas en italiano, como Enrico Tamberlick, Giuseppe Cima, Sofía Vera-Lorini, Giuseppina Medori, Federico Nicolao, Julián Gayarre, Adelina Patti y Francesco Tamango, entre tantos. Deleitando a su público con repertorios que aún hoy siguen llamando la atención por su eclecticismo y amplitud.
El actual Teatro Colón nace, por lo tanto, de la imperiosa exigencia de una sociedad que desde el temprano siglo XIX ha consagrado a la ópera como su manifestación musical predilecta. El gusto por esa suprema invención del tardío Renacimiento, había alcanzado en Buenos Aires a fines del 1800 un auge deslumbrante, al punto de que siete teatros rivalizaban en calidad de oferta. Pero el inesperado cierre del Teatro Colón de la Plaza de las Victorias había quedado en el espíritu de la sociedad como una herida abierta que no lograba mitigar la fascinante actividad que se desarrollaba en los otros teatros y que hacía de la lejana Buenos Aires uno de los notables centros líricos del mundo entero. La prosperidad de esta capital alimentaba las esperanzas de la gente y del propio gobierno, que no hacía oídos sordos a ese clamor. Por lo demás, el proyecto de construir un teatro que reemplazara al primitivo Colón había sido materia de debate antes de que el edificio de este último fuera destinado a las actividades bancarias.
Finalmente, la obra dio comienzo gracias a una iniciativa del quien sería el intendente de ese momento, Torcuato de Alvear, la idea surgió en 1886 y en el año1889 se realizó la licitación pública para su construcción, en la cual triunfó la propuesta del músico y empresario de ópera italiana residente en la Argentina, Ángelo Ferrari (1835 – 1897), quien acompañó su oferta con un proyecto del arquitecto e ingeniero italiano Francesco Tamburini. Ferrari poseía una larga y acreditada experiencia empresarial tanto en Buenos Aires como en su Italia natal, por el otro lado Tamburini, tenía una sólida formación artística y técnica que fusionándose ambos hacía al proyecto algo magnífico.
Un año después de ganar la licitación Tamburini fallece, la construcción apenas llegaba al primer nivel, la obra fue continuada por el arquitecto italiano Vittorio Meano.
Vittorio introdujo cambios sensibles en el proyecto hasta 1904 cuando fue asesinado en su casa, nuevamente el Teatro colon quedaba sin director.
A continuación el gobierno le encarga al arquitecto belga Jules Dormal llevar a cabo la obra, en la misma introdujo algunas modificaciones estructurales y dejó definitivamente impreso su sello en el estilo francés de la decoración. La imponente construcción resume las reglas y las tendencias arquitectónicas de la época. No podría darse una síntesis más acabada del eclecticismo con que fue encarada la arquitectura del Teatro, en la que se ensamblan de manera tan natural, tan coherente, tan armoniosa estilos diversos, incluyendo en la fachada rasgos del neogriego. El exterior es imponente pero no grandioso. “Sin tener aspecto de masas colosales, demasiado severas, que solamente convienen a edificios destinados al culto político religioso –escribe Meano– él se presentará con aspecto simple y variado, alegre y majestuoso a la vez. Nuestro edificio tendrá el privilegio de indicar a primera vista su propio destino.”
Para el 25 de mayo de 1908, a pesar de no estar terminado el teatro se realiza la primer función en la sala principal del Teatro a cargo de la Gran Compañía Lírica Italiana, con la ópera “Aída” de Giuseppe Verdi.
El edificio está ubicado en el predio delimitado por las calles Libertad, Arturo Toscanini, Cerrito y Tucumán, entre la Plaza Lavalle y la Avda. 9 de Julio. El terreno sobre el cual está construido abarca 8.202 metros cuadrados, de los cuales 5.006 corresponden al edificio y 3.196 a dependencias bajo nivel de la calle Arturo Toscanini. La superficie total cubierta del edificio es de 37.884 metros cuadrados. Las fachadas están divididas en tres órdenes arquitectónicos.
El primero, que corresponde a la base, es de 8,50 metros de altura; el segundo mide 9,20 metros, y el tercero es de 5,50 metros. Por encima de las terrazas se destaca un elegante techo a dos aguas. Es un conjunto armónico y con excelente perspectiva que puede apreciarse a distancia, desde la Avda. 9 de Julio.
Distintos accesos facilitan el tránsito de los espectadores. Por la entrada principal, sobre la calle Libertad, se ingresa a la platea y a los palcos. Por Arturo Toscanini, a los niveles de cazuela y tertulia, y por Tucumán a galería y paraíso. Dos importantes marquesinas fueron colocadas después de su inauguración; una en la entrada de Libertad y otra en la de Cerrito. Esta última destinada al ingreso de los artistas y del personal.
En 1961 se establece por ordenanza un nuevo esquema funcional, que persistirá hasta la década de 1990: un directorio integrado por directores general, artístico, técnico y administrativo. En 1968 se proyectó la ampliación del Colón, que se construiría bajo tierra y a un costado del antiguo edificio, evitando así modificar su valiosa arquitectura. El diseño estuvo a cargo del estudio Mario Roberto Álvarez y Asociados, y fue pensado para concretarse aprovechando el tiempo de seis recesos de temporada consecutivos. La obra significó la refacción y re-equipamiento de la sala, el escenario, camarines y talleres; y la construcción del anexo subterráneo bajo la Plazoleta República del Vaticano (que fue transformada en un estacionamiento), adonde funcionarían más talleres, depósitos y salas de ensayo.
El Colón sobrevivió a los sacudones de 1973 y se mantuvo como un teatro internacional hasta mediados de la década de 1980, que concluyó en 1988 con el cierre parcial del Teatro, sustentado en la necesidad de reformas técnicas, pero alentado por una sociedad que sufría una arrasadora hiperinflación.
A fines de los 90, tras una década de brillo y actualización, con grandes voces y la creación del Centro de Experimentación, se abriría un nuevo período de inestabilidad cuya prueba es la sucesión de diez gestiones en la última década del teatro, en un promedio similar a la sucedida en los años ´ 40.La historia demuestra que una institución como el Teatro Colón siempre ha logrado superar los avatares de la gran historia en la que está inserto, como ente vivo que es y seguirá siendo, porque la capacidad de adaptarse a nuevas realidades está en su propia partida de nacimiento.
A lo largo de los 103 años transcurridos desde su inauguración, el edificio ha sufrido el deterioro lógico, producto de la falta de mantenimiento e inversión, y el desgaste propio de sus materiales y la acción de agentes externos como polución, lluvia, humedad y por el paso del tiempo. Eso motivó a que debía ser restaurado de manera sumamente cuidosa, para no perder su característica principal “la Acústica”, tal es así que en el 2007 se comenzó con la restauración conservativa que abarcó la totalidad del Edificio, la obra estuvo a cargo del Ministerio de Desarrollo Urbano, bajo la dirección del Ministro Daniel Chaín.
En pleno festejo por el Bicentenario de Argentina se produjo la reapertura con un gran espectáculo de animaciones 3D donde el teatro se vio totalmente restaurado y lleno de su antiguo esplendor.
Como no podía ser menos que su inauguración del 25 de mayo del 1908, ciento dos años atrás, el 24 de mayo del 2010, en su reapertura el público fue embelesado con la opera “La Boheme” de Giacomo Puccini. Celebrándose así 102 años de su apertura.
Cien Años de Turismo Argentino
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