“…nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto”. Lucas 8,17
Después de ocho meses que el Poder Ejecutivo obtuviera la Ley de Expropiación del 51% de las acciones de YPF SA, se comienza a informar que, gracias a la gestión del presidente mexicano que en su país intenta privatizar PeMex (empresa que posee alrededor del 10% de las acciones de la petrolera argentina), las conversaciones entre el expropiador (en realidad interventor) de la empresa YPF y Repsol se han iniciado.
Los errores y traiciones nacidos con la expropiación invertida en 1991 (transferencia del petróleo de Argentina y de su empresa pública) se siguen acumulando. Ayer un juramento, y ayer y hoy una traición.
La designación de un presidente de dos filiales londinenses de Schlumberger (contratista de Chevron, de ExxonMobil y de otras petroleras euronorteamericanas), del que se ignora si mantiene doble nacionalidad compartida con la británica, si ha renunciado o está en goce de licencia de la petrolera de servicios, o si sigue con domicilio constituido en Londres no da ninguna confianza a los argentinos acerca de las medidas que adopte o acepte.Evidentemente, Gallucio no es Mosconi.
Quienes apoyaron y votaron la privatización de YPF (Cristina Fernández, Parrilli, y otros integrantes del actual gobierno), apurados por los resultados electorales y presionados por la crisis petrolera (desabastecimiento, importaciones crecientes, utilidades sin inversión, etc.) y por la ineficiencia de las empresas privadas que se hicieron cargo de muchas actividades y bienes de YPF (áreas centrales, áreas marginales, tres destilerías, todas las boyas marítimas, las oleoductos y gasoductos, el centro de investigación tecnológico y muchos más) en 2003 se has visto obligados a tomar algunas medidas contrarias al relato, entre ellas la nacionalización limitada de la petrolera. “Yo no lo hice, ¿quién lo hizo”. El gran Bonete.
Como las relaciones con cajas y cajeros de Repsol y Esquenazi se deterioraron, se inició un camino irregular de expropiación, con el objeto de reemplazar a Repsol (que todavía sigue dueña minoritaria de YPF), por eso el gobierno no aceptó ni le convino expropias el cien por ciento de la empresa. Evidentemente la sustitución de Repsol por Chevron se iniciaba.
¿Por qué es anormal la expropiación, hasta ahora intervención de YPF, sin haberse realizado la transferencia de las acciones? Por qué no hubo voluntad de cumplir con el Art. 17 de la Constitución que dice que “La expropiación por causa de utilidad pública debe ser calificada por ley y previamente indemnizada”. Porque evidentemente negociar da más beneficios particulares que cumplir con la Ley.
Se sigue con el secretismo que impide conocer las razones de los montos en probable disputa. O quizás una expropiación sin tasación oficial (hasta ahora se desconoce) del Tribunal de Tasación de la Nación, organismo descentralizado pero desgraciadamente dependiente del desprestigiado Ministerio de Planificación Federa y etc. ¿Para quién “planifica” el ministerio de Planificación?
Sin tasación oficial o atesorada de tal modo que el pueblo argentino no la conozca, no se habían podido abrir las negociaciones para avenir un precio. Claro que para empresarios privados de Madrid y funcionarios sospechados de Buenos Aires la ausencia de tasación es favorable para acordar cajas y beneficios impensados a ambas partes. Se afirmaba que el gobierno argentino debía cobrar por los daños operativos y ambientales. Entre ellos, las indemnizaciones que sobrevendrán de los juicios que YPF sufre en Estados Unidos por su maldita compra de Maxus, la firma donde trabajaron Espinosa y Gallucio en el período de la privatización de YPF, indemnizaciones que ni siquiera están previstas en el presupuesto 2003 de YPF. De Maxus a Minus.
Los españoles decían que el 51% expropiable tenía un valor de 10.500 millones de dólares, mucho más alto que el valor del mercado bursátil, a pesar que en toda la privatización, el pago con bonos al valor nominal y no al del mercado, y el hacerse cargo de YPF desde la intermediaria mutual norteamericana, se fundamentaron con la fracasada y envejecida teoría neoliberal. Había una vez… una mutual norteamericana que nadie se acuerda.
Ahora nos informan que los españoles se contentan con un valor alrededor de los 5.000 millones de dólares, que parece originado en la torpeza de sumar ambos requerimientos y negociarlos por cerca de la mitad: ¡Pensar que Kicillof prometía que el expropiante Estado argentino sería compensado por el expropiado! Sueños de una política basada en el secreto de la información de naturaleza pública. La YPF del 51% lo había hecho con los contratos con Chevron y Dow, y el convenio con la Provincia de Buenos Aires. El secretismo vale más que el oro.
Pero como se transcribe en el epígrafe, al secreto no lo podrá mantener siempre y entonces las responsabilidades personales de cada uno deberán cumplirse. Mientras tanto, sigamos por trascendidos la nacionalización parcial de la que fuera durante muchos años la empresa más importante de Argentina y que entonces ranqueaba entre las petroleras del mundo. De la eficiencia prometida al desastre comprobada.
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