Dijo el poeta:
“Para fortificar en Dios su espíritu,
para pedirle inspiraciones santas,
sobre las nubes donde nace el rayo, alzó su vuelo semejante al águila,
trepó a las montañas, donde tocando con su frente el cielo,
el mundo todo contempló a sus plantas”.
San Martín, grande como americano, grande como hombre. Dirigió con el corazón y los sentimientos y no por la fuerza del poder ni con la soberbia. Fue lo que debía ser.
Así lo recordamos.
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