Homenaje a Julio Strassera de la JR sexta sección.

La Juventud Radical de la Sexta Sección en Homenaje a la figura del Fiscal Dr. Julio Strassera

Llegó a su casa el joven periodista, exhausto. Se sentó junto a la mesa del salón comedor, aquel que su padre adoraba tanto y cuidaba celosamente cual tesoro familiar, porque eso era para él, su tesoro, el espacio donde se junta junto a sus hijos y su esposa, y daba extensas disertaciones sobre sueños y utopías. Era el lugar donde las lecturas prohibidas por el Gobierno, allí, no lo estaban, donde se escuchaba a los uruguayos Viglietti y Zitarrosa, o a los paisanos nuestros, Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui.
Momento de silencio, calma, y un tenue aroma a mate cocido que se esparcía por los ambientes de la casa. Se levantó, se dirigió a la cocina a servirse un poco de la infusión ya lista. De nuevo, la mesa, prendió un cigarro, pero sintió que su garganta se anudaba paulatinamente y que el humo se tornaba ya intragable, como si estuviese hecho de hilos de acero. Dejó el cigarro en un cenicero de vidrio que su abuelo comprase hace décadas, tomó su cabeza con sus manos, y rompió en llanto, un llanto tan persistente que necesitó de la presencia urgente de su madre para poder lograr su consuelo. Allí, en ese refugio absoluto, aquel que les fuera negado a tantos hijos, por la mera voluntad de unos “iluminados” que en una mera cruzada inquisitorial, arrancaron de su seno a miles de niños, por el simple hecho de haber sido hijos de padres sentenciados por pensar.
La crónica que debía escribir, se haría esperar hasta la noche, porque en ese momento, la congoja se mezclaba en su interior con la alegría y la esperanza. Sabía que se había hecho justicia, su madre misma se lo había dicho:
_” Nene, ahora el viejo va a descansar en paz, los milicos estos van a estar presos, y para siempre”_
Pero no había caso, esa conjunción de sentimientos y emociones, se había apoderado de él, a punto tal que la madre llamó al diario ,un pequeño diario de pueblo que había sido censurado en el año ’76 por publicar la biografía del Che Guevara al haberse cumplido un nuevo aniversario de su fallecimiento; y le dijo al señor director que lo esperen a su hijo, que no lo reten ni lo escarmienten, pero la desaparición de su padre había sido un golpe más que duro para él; y ahora, al haber presenciado la lectura de la sentencia del Juicio a las Juntas, había quedado conmocionado. No hubo más que entendimiento desde el otro lado del tubo, las emociones a veces vencen a la persona, y sabiendo lo delicado del tema, no hicieron comentarios al respecto y solo atinaron a decir:
_Que se tome el tiempo que quiera, respetaremos su duelo interno_
12 de la noche en punto, un foco de 30 watts en el escritorio de una habitación repleta de discos de vinilo y libros con olor a haber sido enterrados. Una máquina de escribir y la foto de su padre definido por el propio Videla como una “gran incógnita”, por no estar “ni vivo ni muerto”. Un café que adorna con gotas negras las puntas de las hojas, y que a su vez tiñen, diluyen las últimas lágrimas que caen de su rostro ya seco, sólo el cantar de los primeros grillos de aquel venidero verano que se apuraba a instalarse, aquel 9 de diciembre de 1985, hacían de inspiración para el joven cronista que se aprestaba a cumplir con su trabajo. Redactar un artículo sin límite de palabras sobre el Juicio a las Juntas…
No se alcanzaba a leer todo aquello que había plasmado en la hoja, pero sí se podía observar que en la última parte decían unas palabras que se convertirían en un ícono de la defensa de la Democracia, de la defensa de los Derechos Humanos. Ese artículo terminaba con las palabras “…Señores Jueces, NUNCA MÁS…”.